Textos del Siglo de Oro

Recuerda las características de cada época y movimiento y piensa si cada texto es:

A. RENACENTISTA
A1. Del Primer Renacimiento (1ª mitad del XVI, época de Carlos I: vitalista, impulsado por Garcilaso en la poesía)

A2. Del Segundo Renacimiento (2ª mitad del XVI, época de Felipe II: más preocupado por la religión)

B. BARROCO. Más  cercano a
B1. Conceptismo (exhibición de ingenio)
B2. Culteranismo (búsqueda de belleza, evasión; alarde de dificultad; no confesión sentimental)
B3. Los «poetas claros» como Lope de Vega: poema como confesión sentimental.

 

TEXTO 1

Era del año la estación florida
En que el mentido robador de Europa
—Media luna las armas de su frente,
Y el Sol todo los rayos de su pelo—,
Luciente honor del cielo,
En campos de zafiro pace estrellas,
Cuando el que ministrar podía la copa
A Júpiter mejor que el garzón de Ida,
—Náufrago y desdeñado, sobre ausente—,
Lagrimosas de amor dulces querellas
Da al mar; que condolido,
Fue a las ondas, fue al viento
El mísero gemido,
Segundo de Arïón dulce instrumento.

TEXTO 2

[…]Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuando tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.

TEXTO 3

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

TEXTO 4

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.[…]

TEXTO 5

Este cíclope, no sicilïano,
del microcosmo sí, orbe postrero;
esta antípoda faz, cuyo hemisferio
zona divide en término italiano;

este círculo vivo en todo plano;
este que, siendo solamente cero,
le multiplica y parte por entero
todo buen abaquista veneciano;

el minoculo sí, mas ciego vulto;
el resquicio barbado de melenas;
esta cima del vicio y del insulto;

éste, en quien hoy los pedos son sirenas,
éste es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.

PARA ENTENDER ESTE TEXTO 5 HAY QUE CONOCER ESTE:

Donde espumoso el mar sicilïano
el pie argenta de plata al Lilibeo
(bóveda o de las fraguas de Vulcano,
o tumba de los huesos de Tifeo),
pálidas señas cenizoso un llano
-cuando no del sacrílego deseo del
duro oficio da. Allí una alta roca
mordaza es a una gruta de su boca.

[Reordenación de la estrofa:

Donde el mar siciliano, espumoso, argenta de plata el pie al Lilibeo (bóveda de las fraguas de Vulcano o tumba de los huesos de Tifeo), un llano da, cenizoso, pálidas señas del duro oficio, cuando no del sacrílego deseo. Allí una alta roca es mordaza de su boca a una gruta].

[Explicación:
En el extremo occidental de la isla de Sicilia hay un promontorio llamado Lilibeo. Más hacia el este se alza el Etna. Hay varias leyendas mitológicas que pretenden explicar la actividad volcánica del Etna. Según una de ellas, el volcán era la chimenea de la fragua de Vulcano, situada bajo la isla. Vulcano forjaba en su fragua los rayos que lanzaba Júpiter durante las tormentas. Según otra leyenda, antes de que el hombre poblara la Tierra ésta la habitaban por los gigantes, que trataron de escalar el monte Olimpo, la morada de los dioses, para dominarlo también, pero fueron aniquilados. Uno de ellos, Tifeo, fue sepultado vivo por una gran roca que le lanzó Júpiter, roca que se convirtió en la isla de Sicilia y el Etna era el respiradero por donde el gigante exhalaba su aliento. Así pues, las erupciones del Etna eran los escupitajos de fuego que lanzaba el gigante de pura rabia.
El llano, con sus cenizas, da muestras de la actividad del Etna, es decir, señas del duro oficio (el oficio de herrero de Vulcano) o del sacrílego deseo (que tuvieron Tifeo y los demás gigantes de invadir el Olimpo). Pálidas puede entenderse como débiles (pálidas señas = débiles indicios) o bien como lúgubres, pues en la literatura latina es habitual calificar a la muerte como pálida. Así, pálidas señas = señales de muerte. Los últimos versos significan que una roca hace de mordaza a la boca de una gruta (es decir, la cierra).

Más textos que circularon entre Quevedo y Góngora: El arte de insultar

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